miércoles, 24 de febrero de 2016

¿Y ahora quién tiene el poder?

¿Y ahora quién tiene el poder?


Mucho se ha dicho sobre las nuevas formas de gestión “participativa” en todos los ámbitos sociales, y la verdad sea dicha, en gran parte de los países se han llevado a cabo iniciativas para vincular a la ciudadanía en la toma de decisiones concernientes a su salud, aún en casos donde el contexto político es complicado.   También podría pensarse que es el caso de la salud pública, o al menos que lo es en los países más democráticos y con mayor acogimiento a los principios constitucionales. Esto podría traducirse en la máxima de un Estado democrático, el poder es del ciudadano. ¿Pero realmente quién ejerce el poder en la salud?

Pues ya que está de moda hablar en gestión sobre los stakeholders, traigamos a colación los 3 stakeholders principales de esta entrada. Por un lado se encuentran los políticos y formuladores de políticas, que tienen una perspectiva limitada de acuerdo a los planes de desarrollo del gobierno de turno, pero que se han constituido como forma principal de poder. Por otro tenemos a una ciudadanía que varios catalogan como más participativa y por tanto quien debería ejercerlo de forma activa (habrá que ver si su participación es efectiva en todos los casos). Y por último tenemos al stakeholder estrella, ese que todos conocen, del que nadie refuta (o refutaba) y al que todos acuden …el profesional de la práctica médica, o en palabras de Malcolm Gladwell “el conector”1**. Por varios, catalogado como casi santo, es el intermediador entre las necesidades en salud de la población y los planes de la administración pública.

Juega y ha jugado un papel fundamental, y desde varios siglos atrás ha ejercido un rol de poder básico en las sociedades, pero realmente en la actualidad ¿continúa teniendo ese poder?

Si sólo nos enfocamos sobre la capacidad de decisión que tienen los individuos sobre las conductas a seguir que implican su salud podríamos decir que este profesional ha cedido dicho poder, o al menos parte; de igual manera si lo hacemos sólo sobre el control gubernamental, en materia de optimización de recursos y libertad de la práctica, también. Pero debemos parar un momento a pensar bajo quién(es) recae la concepción de lo que es sano o enfermo? ¿Esto no es un mecanismo de poder?  ¿Esto no influye sobre la manera en que ejercen el poder los demás stakeholders? ¿sobre cómo se gestiona la salud?

Aun cuando se tengan políticas que rigen y ciudadanos reclamando y queriendo participar de manera más activa, el profesional de la práctica médica sigue jugando un rol fundamental en la definición de la salud, pues es éste quien legitima frente a la ciudadanía y el mundo científico-técnico “el deber ser” de su salud, por tanto sigue ejerciendo un rol de poder dentro del sistema.

¿Pero cuál es la importancia de este debate? Que la visión mayoritaria sobre lo sano o lo enfermo ha sido esencialmente individualista y del cuerpo como objeto, pero reduce la importancia de las condiciones estructurales que determinan la forma en que se expresa la salud en el individuo, más aun de la forma en que se expresa en el colectivo. No debe olvidarse como dice Orrego que "la potencialidad transformadora de la praxis desde el saber y la práctica sanitaria es mucho mayor que desde otros saberes y prácticas, pues es a través de aquellos que se definen categorías políticas clave como sano/insano, normal/anormal, desde donde se delimita la acción colectiva legítima sobre los cuerpos humanos. […]La potencialidad del saber y la práctica sanitaria radican en que son los campos desde donde se produce la información legítima sobre el cuerpo y su relación consigo mismo [...]2

Es innegable que un grupo importante de profesionales ha cambiado su perspectiva e incluyen ahora los tan aclamados determinantes sociales de la salud, pero la definición de lo que es sano y enfermo, y por ende las decisiones sobre cuando intervenir siguen estando permeadas por la visión de la práctica médica tradicional, que además se sustenta en los avances tecnológicos que siguen reduciendo la salud al contexto individual y de enfermedad. 

Deberíamos llegar al punto en el que la definición de lo sano/enfermo, cuándo y cómo intervenirlo sea un consenso entre todos los “stakeholder involucrados”, que de cabida a una visión amplia y más "incluyente" que la visión biomédica tradicional, pero claro, eso representa otros retos para la gestión en salud que no sé si estamos dispuestos a tomar... Ahora pensemos nuevamente, ¿quién tiene el poder?

**Con profesional de la práctica médica se hace referencia al núcleo de profesionales de diversas disciplinas que interviene de manera directa sobre la salud de los individuos y poblaciones

1.      1.  Gladwell M. The Tipping Point

2.       2. Bello A. Potencialidades del abordaje de la salud en las ciencias sociales a partir de la definición de salud como proceso social. En: Tras las huellas de la Determinación. Coediciones. 2013

3 comentarios:

  1. Ojalá todos los sanitarios tuvieran este enfoque que comentas siempre presente. Por el contrario, y con el poder siempre jugando al "divide y vencerás", cada vez tendremos menos protagonismo en la salud de la pobación. Es triste pero vamos camino de ser una herramienta de un brazo ejecutor que nos ordena como actuar. No podemos seguir por este camino, sin duda.

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  2. Creo recordar que en el microensayo del primer módulo (en donde hablé de la medicalización) se responsabilizaba de ésta principalmente a los profesionales sanitarios. Así la creación de nuevas enfermedades tenía como fin la obtención de un beneficio secundario para ellos mismos (por aquello de la agencia imperfecta que estudiamos en economía). Vale. Pero tras leer este artículo tengo mis dudas en que fuesen los políticos quienes definiesen qué es salud y qué es enfermedad...y no digamos nada la población demagógicamente manipulada por laboratorios farmacéuticos o políticos populistas...De los tres "depositarios" o accionistas involucrados (me gustan más estos términos que el de stakeholders), me seguiría quedando con los profesionales. Eso sí bien formados en evidencias y dispuestos siempre a pactar y a negociar con políticos y usuarios. Saludos.

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  3. Me sugieren Inmaculada y Araceli que opine sobre tu post.

    Está muy bien planteado, desde mi punto de vista. Los actores relevantes si podrían ser los que planteas, políticos y formuladores de políticas, ciudadanos y profesionales. Yo creo que tienen grados diferentes de poder "dependiendo de para qué". Planteas la situación respecto a las conductas relacionadas con la salud y el establecimiento de la "norma" y yo creo que si estableces un nivel de poder mayor para los profesionales. Y a mi me parece acertado.

    Hace años trabajé con Juan Manuel Jiménez, mi amigo sociólogo que conoceis en el tema de la Profesión Médica como sistema social que engloba un conjunto de normas, saberes, liderazgos, publicaciones, sociedades científicas....un conjunto de cosas un poco desorganizadas e indefinidas pero que, en definitiva regulan la práctica médica (o de enfermería). La forma correcta de tratar una hipertensión o como ayudar a la gente a dejar de fumar lo decide ese "sistema profesional" que de facto regula la práctica. Lo hace mediante un sistema formal: lo que aparece en artículos, libros de texto, protocolos acordados por las sociedades profesionales, pero también un componente "informal" que tiene que ver con los liderazgos clínicos y que a veces se ejerce ese poder sobre los colegas en la barra de un bar.

    Y sí, reafirmando lo que dices, yo creo que el poder reside en buena medida en la profesión. Naturalmente vivimos unos tiempos en los que los ciudadanos están más informados y va creciendo su poder de influencia...y veremos como va evolucionando ese nuevo poder....pero ...de momento...

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