DE LA FLAUTA AL QUIRÓFANO
(Divagando sobre la idea y el principio
de Justicia)
Desde hace
bastantes años comparto mis vacaciones de Semana Santa con un grupo de amigos.
El grupo se formó cuando nuestros hijos eran pequeños y viajábamos en familia.
Lógicamente, por la edad, sólo nos hemos quedado los progenitores. En las
largas veladas rurales siempre surgen temas apasionantes de discusión. Es un
auténtico placer reconciliarse con las palabras, los debates y las viejas
tertulias en un mundo cada vez más virtual en donde no es difícil encontrar
reuniones silenciosas de cuerpos presentes y almas tan alejadas como les
permite la conexión de sus móviles.
Este año me
he llevado el magnífico libro de Amartya Sen La idea de la justicia[i]
para profundizar un poco más en el tema que tanto me gustó cuando nos lo expuso
Pepe Martín en la Escuela. Y casi como quien no quiere la cosa, en una tarde
les lancé el problema de los tres niños y la flauta. Para refrescar la memoria
lo recuerdo:
Anne,
Bob y Carla, tres niños, se disputan una flauta. Cada uno explica sus razones
para poseerla: Anne aduce que es la única que sabe tocarla, Bob que es el más
pobre y el único que no tiene juguetes y Carla que trabajó duramente para
hacerla. ¿A qué niño darías tú la flauta?
Nunca
supuse que el tema diera tanto de sí. A pesar de que se expuso previamente que
el problema no tenía una solución única y que lo que pretendía era ejemplificar
que todas las razones eran legítimas pero trataban el problema desde perspectivas
distintas, enseguida se formaron bloques
de utilitaristas, igualitaristas económicos y libertarios pragmáticos que
trataban de convencer al resto de sus posturas. Medio en broma medio en serio
nos hemos pasado los tres días con el tema recurrente de la justicia. En
principio dos reflexiones iniciales: ¡Qué sensibles somos a este tema! y ¡Qué
suerte vivir en sociedades donde al menos se puede plantear en libertad!...
Pero no era
mi intención hablar de la idea de la justicia entendida de forma pragmática
como lo hace Sen en la identificación de la injusticia
reparable y la actuación frente a ella. Ni tampoco comentar la teoría de la justicia de John Rawls[ii], que
la concibe como posterior a la equidad y la encuadra dentro del
enfoque del contrato social. No. Lo
que realmente quería comentar, y que tiene una aplicación muy práctica en la
gestión sanitaria es el principio de justicia, pilar fundamental de la Bioética.
Si una
atención sanitaria de calidad exige un buen uso de los recursos de financiación
pública y, por tanto, limitados siempre, el principio ético de justicia consistiría en
garantizar la igualdad de oportunidades y la equidad en este aspecto. Por
equidad hay que entender la prestación de una atención diferencial en función
de las necesidades particulares de cada grupo social atendiendo a
especificaciones de género, clase social o grupo étnico, a través de la
accesibilidad[iii].
Hasta ahí
todo correcto.
Pero, retomando el ejemplo de la flauta y ya metidos de lleno en la gestión sanitaria, supongamos
que en un determinado hospital tenemos a tres pacientes de características
similares en cuanto a una determinada patología y situación clínica. Los tres necesitan una intervención
urgente y sólo disponemos de un quirófano. Siguiendo el símil de la flauta los
familiares del primero podrían alegar que éste es un famoso compositor musical
de reconocido prestigio y status social y que hace una gran labor por su país.
Los del segundo paciente reclamarían una atención prioritaria ya que son pobres
y no han recibido ningún beneficio de la sociedad en su vida. Los del tercer
paciente aducirían que su familiar es un esforzado trabajador desde mucho
tiempo atrás y que siempre ha estado cotizando a la Seguridad Social para
asegurarse precisamente el derecho a una atención sanitaria de calidad, la
misma que ahora necesita…¿a qué paciente asignaríamos el quirófano?
Siempre me
gustaron los dilemas éticos. En mi cabeza se agolpan todas las ideas
utilitaristas, igualitaristas y libertarias…y no sabría qué escoger. ¿Qué sería
aquí equidad? ¿Fletamos un avión para que traten al compositor en una famosa
clínica privada? ¿Mandamos al pobre al hospital de la beneficencia? ¿Atendemos
prioritariamente al cotizante que cumple con los requisitos de la última
reforma sanitaria? Además, si la calidad de nuestro hospital va a ser medida
por la satisfacción de los usuarios y su entorno socio-familiar…¿no deberíamos
tratar en primer lugar al famoso por la gran repercusión mediática que un
retraso o fallo asistencial tendría en la opinión pública? O al contrario,
¿presumimos de equidad tratando al más desfavorecido del sistema aun a costa de
privarnos de la utilidad del compositor? ¿Cómo satisfacemos las lógicas
aspiraciones de los trabajadores que quieren hacer buen uso de un derecho
garantizado por un seguro obligatorio del que no han podido autoexcluirse
previamente? ¿Qué repercusiones políticas y sociales podrían derivarse de este
caso?...
Me imagino
que a ninguno de mis lectores le gustaría hallarse en la piel del gerente de
este hospital. Sin embargo creo que todos estarían encantados de participar en los
debates del Comité de Ética Hospitalaria.
Ánimo. Quizá el
año próximo…