A propósito de la charla de
Yanis Varoufakis en TED a finales del año pasado sobre la utopía de un mundo marxista, libertario y keynesiano en contraposición a la distopía en la que parece que vivimos,
es intrigante pensar algunos de sus argumentos en clave de salud.
¿Cómo gestionar la salud
pública ante un panorama en el que predomina el poder económico sobre el
político, particularmente sobre la democracia?
Aunque no parezca, la
decisión de los gestores está amparada bajo un marco político y económico,
parece que ahora es sólo económico. ¡Por
primera vez en la historia de la humanidad un pequeño grupo de personas rige el
mundo!…la nueva clase capitalista!, pensándolo bien no es la primera vez. ..Pero sí parece la primera vez en la cual la
economía prima sobre la democracia y el poder político, ahora se puede no tener
un cargo político importante pero sí mucho dinero y se tendrá mayor poder que el
cargo del primer mandatario de un país. Es más, se podría decir que los hombres
y mujeres más ricos del mundo tienen mayor potestad y poder de decisión que las
mismas Naciones Unidas.
Pero ¿qué tiene que ver esto
con la salud? Pues desde finales de los años 70 y especialmente con las
políticas impositivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (BM), en el marco del modelo neoliberal, se ha ido perdiendo la potestad nacional y se
ha ido dando mayor predominio de mandatos supranacionales, incluyendo la manera
en que se implementan y gestionan las intervenciones en salud. Adicionalmente, la globalización (otro de los grandes hitos
de dicho modelo) permitió el desarrollo de la antes citada clase capitalista,
la clase transnacional, conformada por los ejecutivos de las corporaciones
multinacionales, políticos, directivos de las instituciones financieras, entre
otros, que en fin último buscaban acumular mayor capital y se constituyen en la
principal fuerza económica en el mundo.
Debido a sus intereses esta
clase transnacional comenzó a tener influencia directa sobre el sector de
políticas públicas a través del fenómeno de “lobby”, convirtiéndose en actores prominentes de la toma de
decisiones en las políticas públicas de salud de los diferentes gobiernos. En gran
parte de los países, al menos en los de América Latina, las corporaciones
multinacionales hicieron promesas tentadoras a los administradores locales,
promoviendo la penetración económica extranjera por encima de los intereses
nacionales, situación que ha traído consecuencias importantes sobre el
desarrollo y evidentemente sobre la salud, pero bueno al menos ahora ya casi
todos podemos ser felices al disfrutar de una BigMac con una Cocacola
y terminar con el mejor café del mundo… el
de Starbucks.
Aunque es común tener el
precepto que la OMS dicta todas las políticas con total autonomía y por ende
que es el principal organismo que rige la salud en el mundo, es claro que son
el Banco Mundial, el FMI y diversas organizaciones “filantrópicas”, las que
direccionan en gran medida las intervenciones en salud, basadas en el
financiamiento de los diferentes programas que no pueden ser sostenidos por la
OMS a causa de los recortes presupuestarios que vienen ocurriendo desde finales
de los años setenta y principios de los ochenta a Naciones Unidas y todas sus
filiales[i].
Pero es aquí donde aparecen
los “salvadores de la historia” ante los ojos de la humanidad, ellos, los que
tienen la potestad y la capacidad de decisión sobre los asuntos de salud del mundo…
la nueva clase capitalista, ahora con sus fundaciones filantrópicas. Muchas han
sido las que han regido la salud, desde las campañas realizadas a finales del
siglo pasado en América (con intereses netamente comerciales y de control
territorial) como la fundación Rockefeller[ii], hasta las que rigen en
el nuevo siglo y financian todo tipo de investigación, proyecto o intervención que esté bajo su marco de “acción”
de acuerdo a lo que ellos consideran que
es lo más correcto. Y ¿qué será lo más correcto? Entramos a una pregunta ética
que probablemente discutiremos en otra entrada. Pero bueno dejemos las
historias de programación de ordenadores para otro momento…
Retomemos, hasta ahora he
argumentado que el poder económico es el que prima sobre la salud, en este caso
a través de la imposición de políticas del FMI y BM, o de la nueva clase
capitalista (por cierto dentro de la cual también entran individuos
pertenecientes a los organismos antes citados), pero aún no he dado respuesta a
la pregunta planteada inicialmente. Creo que ésta es bastante sencilla para
muchos: para gestionar la salud pública ante este panorama, todos los gestores
deben estar pendientes de los lineamientos de los organismos económicos
mundiales y llevarlos a cabo al pie de la letra y cuando la situación sea
compleja porque no hay financiación suficiente, poner su mejor sonrisa ante las
organizaciones filantrópicas pues estas seguramente apoyaran y darán solución,
eso sí no se debe pensar en si las intervenciones llevadas a cabo son adecuadas
o las mejores para una situación específica, ese es el trabajo de los que están
arriba ¿o no? Al fin y al cabo los gestores solo se encargan de movilizar los
planes que llegan a sus manos y esto ha funcionado de la mejor manera ¿Será que
así llegaremos a la utopía propuesta por Varoufakis?
Muy interesante reflexión sobre el poder en el mundo y sus consecuencias en salud. Especialmente relevante el apunte que haces de la doble moral de quienes controlan el mundo de forma despiadada y luego se establecen en salvadores de la Humanidad a través de sus "fundaciones filantrópicas". Después de tanto luchar por los derechos humanos volvemos a la beneficencia sutil de estos benefactores interesados. Del siglo XXI a la Edad Media...
ResponderEliminarPara mí seguirá siendo el de Colombia el mejor café del mundo.
Un abrazo.